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Adjunto Ensayo preparado en Diplomado Proyectamérica, sobre desafíos de la Concertación.

Introducción

El reencuentro que tuvo Chile con su democracia, es para todos, es uno de los hitos más fundamentales en la historia de nuestro país. Un hito por donde podamos verlo: un país que después de 17 años pudo gobernarse nuevamente así mismo, después del quiebre institucional y el golpe de estado de 1973. Con los tiempos políticos impuestos por el General Pinochet, la multidiversa oposición al régimen militar, demócratacristianos a comunistas, pudieron derrotarlo en un Plebiscito, con el 56% de los votos. Por otra parte, la consecución de la alianza política más exitosa en la historia de nuestro país, habrá hasta al año 2010 veinte años gobernado Chile: coalición que perdura hasta el día de hoy y le entrega estabilidad al país, donde los humanistas cristianos y laicos se unen en post de hacer gobierno y darle una alternativa política a Chile.

Los avances que ha tenido Chile son notorios: un país que se ha abierto al mundo, después de 17 años nulos en política internacional. Un país que ha podido convertirse en la economía más abierta del mundo, habiendo firmado tratados de libre comercio con países de la envergadura de EE.UU., Corea del Sur, China, Canadá, México, Singapur, Japón y toda la Unión Europea. Un país que en términos internos ha podido día a día salir del subdesarrollo y la pobreza y que pretende ser la estrella del nuevo milenio: grandes avances en infraestructura, como carreteras, aeropuertos, hospitales, escuelas y liceos, universidades y centros de justicia. Un país que hoy tiene una tasa de pobreza del 13.7% frente al 40% con la que recibió en 1990. Una tasa de crecimiento promedio del PIB entre 1990 y 2007 del 6%. Líder en casi todos los índices de competitividad medidos a nivel latinoamericano y en los países emergentes: esperanza de vida, desarrollo humano, competitividad del país, riesgo país. En resumen, una situación muy distinta a la que cuando se recibió el gobierno el 11 de marzo de 1990.

Desde 1990, La Concertación ha triunfado en cada una de las elecciones a las cuales se ha enfrentado: cuatro elecciones presidenciales (y dos segundas vueltas), cinco elecciones parlamentarias (del Senado y Cámara de Diputados), cuatro elecciones municipales y una de concejales. 21 elecciones donde ha triunfado la Concertación y ha derrotado a la oposición, conformada en casi su totalidad por la Alianza por Chile, que conforman actualmente la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional y en menor medida por el Pacto Juntos Podemos, conformado por el Partido Comunista, el Partido Humanista (Ex Concertación), la Izquierda Cristiana (Ex Concertación) y movimientos sociales y políticos menores. A todas luces, un dato incontrarrestable para quienes, desde su posición de opositores, tienen el interés de hacer gobierno desde el Poder Ejecutivo.

La política chilena se ha visto enfrentada a un continuo proceso de deslegitimización por parte de la ciudadanía, y ante lo cual, la Concertación se ha visto enfrentada. Esto tiene muchas respuestas: un sistema que aún no logra ser completamente democrático (Ej. Sistema Electoral Binominal, que sobrerrepresentan a determinados grupos políticos, impidiendo la construcción de mayorías que por el voto electoral debiesen manifestarse, Rol de instituciones como el Tribunal Constitucional, Quórums legislativos que imposibilitan la manifestación de las mayorías), un país que no ha podido superar aún las profundas desigualdades entre quienes reciben más y menos (la desigualdad, medida por el Coeficiente de Gini, nos muestra que el quintil más pobre recibe casi el 4% del ingreso total, mientras el más rico el 60%, 16 veces), un sistema político que no ha renovado su prácticas y no ha avanzado a una profesionalización de la acción política, cada vez más numerosos casos de corrupción en la administración pública y un anquilosamiento en el aparataje público, que hoy más que en servir a la gente se ha convertido en el “botín de guerra” de los partidos, donde sus organizaciones demandan sus “cuotas” en ministerios, intendencias, gobernaciones y cargos de segunda línea en el aparataje estatal.

La alegría ya viene se decía en 1988. Hoy, a la luz de lo planteado, las expectativas de mayor participación en la toma de decisiones que pedía la población, de avanzar cada vez más en lograr un sistema democrático, y de coherencia entre el mensaje que llamaban a votar por el NO y el que se asocia a votar hoy por la Concertación, en la práctica son muy distintos. Una coalición que se ve enfrentada muchas veces, a nivel interno, como a nivel de intrapartidos, la cual, en momentos, parece olvidar gobernar en coalición. De la dicotomía entre Autoflagelantes, que llamaban desde una mirada crítica a cambiar la Concertación, en su concepción económico y política, y Autocomplacientes, que se sentían orgullosos de los avances logrados por la coalición y que apuntaban a seguir profundizando el modelo, hemos avanzado a un nuevo concepto: hoy son los “díscolos” que generalmente plantean tesis distintas a las que acuerda el gobierno y la coalición, y que permanentemente tensan las relaciones políticas al interior de la Concertación.

En 1990, la Concertación tenía 17 partidos políticos. Hoy tiene sólo 4. Grupos menores se han escindido de los partidos que actualmente gobiernan y se plantean en oposición al gobierno. El arco iris cada vez se hace más monocolor. Hoy, la oposición tiene la primera opción para alcanzar la primera magistratura. La coalición se ve enfrentada a un natural desgaste profundizado por la corrupción, el anquilosamiento en el aparataje estatal, el diseño e implementación de políticas públicas sin entender las necesidades de la gente y la incapacidad de los partidos en responder de mejor forma a las necesidades de Chile y su gente ¿Qué futuro y propuestas podremos pensar en la renovación de la existencia de la coalición política más exitosa en la historia de Chile y su sustentabilidad en el largo plazo? El documento “Concertación Democrática, volvamos a lo que nos unió” pretende responder a dichas interrogantes y entregar propuestas que puedan darle un sustento de fondo a la sostenibilidad de la coalición, realizando un análisis respecto a la historia y surgimiento de la Concertación, como también su desenvolvimiento hasta el día de hoy en el gobierno de Michelle Bachelet.



1.- La Concertación de Partidos por la Democracia: nada fue fácil

La construcción de la Concertación de Partidos por la Democracia, hoy Concertación Democrática, no fue fácil. Tuvo que superar diversos prejuicios entre quienes en un pasado remoto fueron adversarios políticos, incluso enemigos, y posteriormente por la diferencias ideológicas entre las dos visiones que conformaron la Concertación: una Humanista Cristiana, representada en la Democracia Cristiana y en los sectores del centro progresista y por otro, una Humanista Laica, con vertientes que iban de la socialdemocracia hasta la marxista, asociada al Partido Socialista con todas sus corrientes, la Izquierda Cristiana, Ecologistas, Humanistas y los grupos de izquierda que adherían al proyecto de Concertación.

El Partido Socialista, a fines de la década del 50, planteó “asumir una postura de rechazo a la política tradicional de alianzas con el centro político, aceptando sólo aquellas con los partidos obreristas”[1]. La Democracia Cristiana, por su tanto planteaba “el rechazo a la anterior forma de quehacer político, aquella de la transacción, de la conciliación y el acuerdo pactado”[2]. La “Revolución en Libertad” de Eduardo Frei, donde la Democracia Cristiana gobernó sin aliados y en donde la izquierda asumía la doctrina de “negar la sal y el agua” a los demócratacristianos, y la Unidad Popular, coalición política conformada por radicales, socialistas, cristianos de izquierda, comunistas y movimientos revolucionarios, que sin tener grandes mayorías, plantearon gobernar con el lema “avanzar sin transar”, frente a una oposición que unía instrumentalmente a la derecha con la DC y que tenía unida, entre el 57% y 65% del electorado (a excepción de las elecciones municipales de 1971, donde la UP triunfó con el 50% de los votos) son claras manifestaciones de lo anteriormente planteado.

El Golpe de Estado de 1973, tuvo como primera respuesta la instauración de una Junta Militar de Gobierno que disolvió el Congreso Nacional, el Tribunal Constitucional, a los cargos de elección popular que en ese momento se desempeñaban, declaró en receso y la ilegalidad a los partidos políticos y limitó de manera clara, mediante decretos ley, las atribuciones del Poder Judicial. El resultado para todos es conocido: Chile vivió en dictadura durante 17 años, donde se persiguió sistemáticamente a sus opositores políticos, que en millares debieron enfrentar el exilio, y en el peor de los casos la tortura y asesinato. El 11 de septiembre de 1973 fue el resultado de un proceso de intolerancia, intransigencia y de nula capacidad de todos los actores políticos, que por términos ideológicos y de poder, se negaron a lograr acuerdos y consensos con sus opositores políticos.

La necesidad de lograr el acuerdo y el reestablecimiento de la democracia, llevó a que quienes estuvieron enfrentados en un pasado remoto y sus partidos políticos entendieran que la transacción, el consenso y el acuerdo eran necesarios para la construcción y consecución de los objetivos imperantes que la democracia chilena demandaba en ese momento.

En términos generales, la Concertación puede explicarse por la necesidad que tenían los partidos políticos de oposición en su momento, todos declarados en receso e incluso declarados ilegales, para poder sobrevivir políticamente y desarrollar una política de oposición concientizada, organizada y estructurada al régimen militar . En otro aspecto, el sentido de volver a tener algo que fue siempre un capital intangible para el país; nuestra democracia, una de las más antiguas del mundo contemporáneo. Y por último, el sentido de responsabilidad de quienes, desde la posición política partidista, contribuyeron al quiebre institucional y no tuvieron la capacidad de construir, con responsabilidad política y de país, mancomunadamente en su momento.

El General del Ejército y Presidente de facto, Augusto Pinochet Ugarte, tuvo como primer objetivo “despolitizar el país” (en sus movimientos políticos, sociales, sindicales y universitarios) y llevar al país a un movimiento cívico militar refundador, que tenía asociados lineamientos económicos (la liberalización de la economía: pasar de un sistema que se enfocaba a la sustitución de importaciones, mediante la producción de la industria nacional, a uno de libre mercado, con la consiguiente bajada de aranceles a la importación y la apertura comercial del país, con prioridades enfocadas al crecimiento y no la distribución), político (con un proyecto de mediano y largo plazo que permitiese aprobar una Carta Magna que estableciera una institucionalidad que fuera coherente con el autoritarismo imperante en dichos momentos de nuestra historia y que limitara la anterior “politización” mencionada, asumida como la “partidización” o política partidista) y social ( a través de la contención de las organizaciones de representación de grupos intermedios, como los sindicatos, la consistente política de persecución a las actividades que se asociaban a la cultura y podían ser contrarias al régimen, y en la creación de organismos que fueran funcionales a la política comunicacional del gobierno y que permitieran mostrar a la ciudadanía un gobierno realizador). Todos estos soportes estructurales del régimen permitieron, durante muchos años, dirigir la agenda interna nacional, dado que la externa no era manejable en base a la campaña que constituyó la oposición al régimen militar en la comunidad internacional, la cual asumió un rol crítico a las violaciones a los Derechos Humanos, a la restricción de las libertades y garantías individuales mínimas presentes en cualquier democracia. Respuesta a esto fue la consecutiva condena que recibió el Régimen Militar chileno por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas durante su mandato (1973-1990).

La realidad del Régimen Militar, que dirigía sus caminos a una mantención del gobierno más allá de lo que algunos escépticos esperaron, en la línea de una entrega del gobierno rápida y una normalización institucional acorde a lo que históricamente Chile había vivido en su vida republicana, incentivó a que la oposición al régimen se profundizara y los militantes de partido, especialmente demócratacristianos que colaboraban con el régimen desde cargos técnicos, renunciaran a estos. La construcción del camino que derivaría en la Asamblea Democrática se pavimentó con algunas señales, como los gestos del sector progresista hacia con la Democracia Cristiana y la defensa jurídica que hicieron abogados demócratacristianos a los perseguidos en dictadura.

La oposición al régimen, y la conjunción de las fuerzas que actualmente están en la Concertación se profundizó con los atentados realizados por la policía secreta del régimen (DINA, CNI) a personajes emblemáticos de la política chilena contemporánea como Carlos Prats, Bernardo Leighton y esposa, Orlando Letelier y Carmelo Soria. La expulsión del país de personajes como Andrés Zaldívar, Manuel Bustos y Jaime Castillo Velasco agudizó dicha situación.

La oposición, primero, a la consulta de rechazo referente a las violaciones a los DD.HH emanada por la ONU, y consiguientemente, al rechazo de la oposición al proyecto de Constitución Política de 1980, fueron las primeras instancias de conjunción electoral entre humanistas cristianos y humanistas laicos.

El ex Presidente Eduardo Frei Montalva se convirtió en el referente político de la oposición. Principal opositor a la aprobación de la nueva Carta Magna y con el “Caupolicanazo”, primera reunión pública autorizada por la oposición al régimen, su muerte en 1982 fue un duro golpe para la Democracia Cristiana y la Alianza Democrática. Sin embargo, el camino progresivo hacia la democracia como concepción de fondo para la recuperación de esta era el consenso y acuerdo más logrado, con la idea de ganarle a Pinochet en su campo de juego, con su institucionalidad y habiendo superado visiones dogmáticas que un pasado habían dividido.

La no violencia activa se hizo verbo. El proceso de movilización social que empieza a generarse a mediados de los 80, unido a los problemas suscitados en la economía chilena post 82, se empieza a validar de mayor forma, y ante lo cual la oposición tuvo un factor unificador claro, ya sea con una estrategia asumida por la no-violencia activa, la que compartió el tronco histórico de la actual Concertación, como la “vía armada”, validada por el Partido Comunista, MIR, FPMR y sectores del Partido Socialista. El rol desempeñado por la Iglesia, en este momento de nuestra historia, es digno de destacar. La Vicaría de la Solidaridad se convirtió en el refugio de defensa para quienes eran perseguidos por la dictadura.

En 1987, con los antecedentes anteriormente planteados, se crea el Comité de Partidos Políticos para las elecciones libres, los cuales se adscriben al rechazo de la nominación de reelección del Presidente de la República por 8 años más. Así, el 5 de Octubre de 1988 se realiza el Plebiscito, donde la opción NO alcanza el 56% de los votos, lo cual permitió, a 1989, la realización de elecciones parlamentarias y presidenciales, donde la Concertación lograría mayoría electoral, pero no política (especialmente en el Senado) y el candidato de dicha coalición, Patricio Aylwin triunfaría con el 55.19%[3] de los votos.


2.- Concertación de Partidos por la Democracia: 20 años de democracia

El desafío que tenía la Concertación, habiendo logrado nuevamente la democracia, más allá de sus imperfecciones, era darle un fondo de gobernabilidad que imperiosamente necesitaba el país. Las modificaciones que tuvo la Constitución de 1980 antes de asumir Patricio Aylwin iban en esa dirección. Por otro lado, pasar a ser de una mera alianza electoral para derrotar a Pinochet a una alianza de gobierno, era un camino que solo en la práctica podría ver sus resultados.

La Concertación de Partidos por la Democracia a 2010, habrá gobernado 20 años consecutivos a Chile. Los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, han tenido en la construcción del proyecto de la Concertación distintos matices que son importantes analizar a la hora de establecer los desafíos que actualmente tiene la Concertación:

Los gobiernos liderados por la Democracia Cristiana

Patricio Aylwin Azócar: Presidente de la República entre 1990-1994. Militante de la Democracia Cristiana y elegido por la Coalición de partidos que se conformó para derrotar a Pinochet en el plebiscito. Su principal característica fue ser el 1º Presidente elegido democráticamente después de 29 años y haber vivido el período de mayor ligazón con el concepto de “transición a la democracia”. En términos económicos, el país logró crecer al 7% promedio anual, se avanzó en la verdad, con el informe Rettig, acreditando los casos de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos durante la dictadura. Sin embargo, los enclaves autoritarios dejados por el Régimen Militar, como el Consejo de Seguridad Nacional, la inamovilidad de los Comandantes en Jefe del Ejército, la composición del Senado y el sistema binominal, se mantendrían durante su mandato y el próximo, y sólo después de 16 años, pudieron reformarse por el Presidente Lagos. Se vivieron ruidos institucionales, como el desaire en la parada militar de 1990, los ejercicios de enlace y el boinazo. Su gran logro, en términos políticos, fue haber convertido a la Concertación en una Alianza de gobierno más que electoral y haber administrado la transición de una forma tranquila, frente a la incipiente democracia.

Eduardo Frei Ruiz-Tagle: Presidente de la República entre 1994-2000. Militante de la Democracia Cristiana, elegido como candidato de la Concertación en primarias restringidas con el candidato del bloque PS-PPD Ricardo Lagos. Logra el 57.9% de los votos, mayoría histórica en una elección presidencial universal. Los ejes que marcaron su gobierno se relacionaron con la apertura del país con el mundo, la modernización del estado e infraestructura, el desarrollo de la Reforma Procesal Penal y la Reforma Educacional. El período entre 1994 y 1997 se le conoce como el cuatrienio de oro, por los notables resultados de la economía (8% de crecimiento promedio), la inclusión del país en acuerdos de libre comercio (Canadá, México, APEC).

El desgaste del gobierno de Frei, en sus dos últimos años, se vio reflejado por la Crisis Asiática que impactó duramente a la economía del país en 1999. El manejo interno de la crisis, a través de la política monetaria y fiscal hasta el día de hoy es motivo de críticas por parte de economistas. La detención de Augusto Pinochet en Londres en 1998 y la postura del gobierno, aduciendo razones de Estado para su retorno fue criticado especialmente por los sectores más progresistas de la Concertación y por cierto, de la izquierda extraparlamentaria.

Los gobiernos liderados por el bloque PS-PPD

Ricardo Lagos Escobar: Presidente de Chile entre 2000 y 2006. Militante del Partido por la Democracia y del Partido Socialista. Candidato de la coalición de gobierno, habiendo sido elegido en primarias abiertas frente al demócratacristiano Andrés Zaldívar, con el 72% de los votos. Ministro de Educación durante el gobierno de Patricio Aylwin y Ministro de Obras Públicas en el gobierno de Eduardo Frei, su elección fue la más compleja para la Concertación, dado que superó al candidato de la oposición por apenas 31 mil votos en primera vuelta (47.9% v/s 47.6%) y apenas por el 51.8% en segunda vuelta, situación que mayoritariamente se atribuyó a los votos de la izquierda extraparlamentaria (PC-PH) en la segunda vuelta electoral.

Histórico representante de la Concertación y acérrimo opositor a Pinochet, profundizó las políticas de modernización, infraestructura, reformas educacional y judicial y apertura al mundo con la firma de acuerdos de libre comercio (con EE.UU., China, EFTA y la Unión Europea). Terminó el gobierno con una popularidad cercana al 70% y concluyó su mandato con las reformas a la Constitución más importantes de los gobiernos de la Concertación, con la eliminación de los senadores designados y vitalicios, del Consejo de Seguridad Nacional (con atribuciones consultivas y no resolutivas) y la inamovilidad de los comandantes en jefe. Sólo queda pendiente el sistema electoral binominal.

En su gobierno se eliminó la censura, se avanzo en justicia, se matizó su gobierno con importantes simbolismos (como la apertura de La Moneda y en los 30 años del golpe de estado se abrió nuevamente Morandé 80), se legisló sobre el divorcio, se creó el seguro de desempleo, el AUGE y Chile Solidario y en términos de DD.HH se acreditaron más de 30 mil casos de tortura en el Informe Valech.

Lo negativo de su mandato fue la sensación de corrupción que se instaló en la administración pública (con casos emblemáticos como MOP-GATE, sobresueldos e Inverlink).

Michelle Bachelet Jeria: Presidenta en ejercicio de la República. Su mandato se extiende entre los años 2006 y 2010. Militante del Partido Socialista. Ha planteado como grandes desafíos de gobierno la Reforma Provisional. En materia económica su gestión ha entregado buenos índices, entre los que se destaca el crecimiento económico (5.6% promedio en su gestión). Sin embargo, la coyuntura mundial y el superávit récord que ha entregado el alza en precios de los commoditties que exporta Chile, sumándolo a niveles de rechazo a su gestión, el resultado de políticas públicas mal diseñadas e implementadas como el Transantiago y una coalición de gobierno con cada vez mayores divisiones internas, entre los partidos y dentro de estos, ha mostrado un nuevo escenario que los gobiernos de la Concertación no habían vivido.

3.- Situación Político-Electoral de la Concertación

Tal como lo planteaba Francisco Vidal en la clase “Dictadura y surgimiento de la Concertación en Chile”, desde 1988, la Concertación de Partidos por la Democracia, hoy Concertación Democrática, ha triunfado en todas las elecciones que se ha presentado, ya sea de concejales y alcaldes, diputados y senadores y presidenciales.

En la última elección presidencial, Michelle Bachelet derrotó al candidato opositor con el 53.6% de los votos, contra el 46.5% de este. En las elecciones parlamentarias de 2005, especialmente la de diputados que permite medir el apoyo nacional de cada partido político dado que se renuevan todas las bancas, la Concertación Democrática logró el 51.76% de los votos.

Es importante analizar la trayectoria electoral de los bloques más votados durante estos años de democracia:

Elecciones Parlamentarias (Diputados)


Las elecciones parlamentarias han dado el triunfo electoral a la Concertación, lo cual se ha graficado también en las bancas parlamentarias ganadas. El año con mayor estrechez en los resultados fue el año 2001, con un contexto negativo para el gobierno del Presidente Lagos, (corrupción y economía, y factor Lavín) donde la Concertación aventajó por sólo 3 puntos porcentuales a la Alianza por Chile.

Cabe recordar que recién la mayoría electoral que también se grafica en el Senado se impuso en 2005, con la eliminación de los senadores designados y vitalicios, como por el doblaje electoral en la circunscripción 12, con el senador Alejandro Navarro del PS y Hosaín Sabag, de la Democracia Cristiana.


Elecciones Municipales[4]


Las elecciones municipales han dado consecutivamente el triunfo a la Concertación. Sólo en 2000 los resultados generaron recelo en la coalición, dado que la dispersión de candidatos que enfrentó la Concertación, con una estrategia de concentración de votos por parte de la Alianza, le dio triunfos emblemáticos en comunas como Concepción, Recoleta, Estación Central, Conchalí, Huechuraba, Renca y Maipú , históricamente concertacionistas. En 2004, con la separación de las votaciones de Alcaldes y Concejales, la Concertación logró nuevamente explicitar dicha mayoría, en términos cuantitativos al número de alcaldes como a los concejales electos.

Elecciones Presidenciales[5]


Las elecciones presidenciales han tenido un resultado más incierto en las dos últimas elecciones. En 1989, aprovechando la dispersión de los candidatos de la derecha (Büchi y Errázuriz) como en 1993 (J.Piñera y A.Alessandri) los candidatos DC de la Concertación triunfaron holgadamente. En 1999 (con candidato de unidad) y 2005 (con dos candidatos en primera vuelta), se enfrentaron en ballotage con los candidatos progresistas de la Concertación.

Los actuales partidos políticos que conforman la Concertación tienen las siguientes evoluciones en su representación electoral[6][7][8]:


Democracia Cristiana: el partido más votado de la Concertación. Sin embargo, cada vez ha disminuido su participación dentro de la Concertación y disminuyó consecutivamente su electorado en todas las elecciones entre 1992 y 2001, donde alcanzó su mínimo histórico de 18,9%, tendencia revertida en las elecciones de concejales 2004 y diputados 2005. Hoy, como subpacto minoritario en la Concertación, enfrenta los problemas de representatividad (especialmente en la elección de diputados) que da el sistema electoral binominal.

Partido por la Democracia: Cada vez se hace más evidente el rol predominante que está desempeñando el PPD en la Concertación. Con el 15,4% de las elecciones de diputados, su máximo histórico, y una bancada de 20 diputados.

Partido Socialista: Electoralmente, desde 1992, la votación del PS oscila entre el 10 y el 11% del total, sin grandes variaciones.

Partido Radical Social Demócrata: Después de la fusión entre el Partido Radical y la Social Democracia (los cuales fueron por separado en las elecciones de 1992 y 1993), se ha consolidado como el menor partido de la Concertación, con un % promedio de adhesión electoral del 5%.


4.- Escenarios que vive la Concertación de aquí en adelante

Los escenarios que vive la política actual son disímiles: vivimos una realidad en la cual los candidatos políticos son determinados por encuestas o por las cúpulas, más allá de las capacidades que puedan tener, los partidos políticos son vistos como organizaciones cada vez más herméticas y con menor renovación, un sistema político poco profesionalizado en su gestión, y que en sus elecciones parlamentarias establece con un sistema electoral binominal, la “estabilidad por decreto”, la cual impide, especialmente en el senado, la manifestación de la relación entre mayorías y minorías.

Hoy, la Concertación, con esa frágil mayoría electoral que tiene en ambas cámaras vive. La alianza de gobierno, más que electoral, que tuvo casi 10 años de homogénea postura, y absoluta lealtad a las políticas planteadas por los gobernantes, se ve fragilizada tal como en el año 2001-2002 al momento de prever un escenario donde la oposición triunfe en las elecciones presidenciales. El futuro de esta se ve difuso, las diferencias se manifiestan de una forma más explícita, el lenguaje cada vez se ha puesto más beligerante, entre actores de la Concertación y dentro de los partidos de esta. Por ello, se hace necesario establecer códigos de conducta para la coalición y que están impidiendo hoy su proyección al mediano y largo plazo:

De los autoflagelantes y autocomplacientes a díscolos: Las virtuales mayorías parlamentarias de la Concertación como resultado de las elecciones Parlamentarias de 2005 duraron menos de 2 años como tales. A la creación del Partido “Chileprimero”, movimiento que surge del quiebre que tuvo en 2006 el Partido Por la Democracia, al expulsar a su ex Presidente, Jorge Schaulsohn por hablar de una “ideología de la corrupción” en la Concertación, al cual se adscribió el diputado por Rancagua Esteban Valenzuela y el Senador por la I Región, Fernando Flores, se suma a la renuncia al mismo partido del diputado por Estación Central, Álvaro Escobar.

La Democracia Cristiana no se queda atrás: la realidad existente en su bancada entre “alvearistas” y “colorines” y el rechazo de estos últimos a proyectos emblemáticos de la coalición (como la asignación de recursos al Transantiago) ha puesto en jaque las mayorías del gobierno en el legislativo. El Senador Adolfo Zaldívar, por su parte en el Senado, ha sido un duro crítico a la conducción del gobierno en su tesis de la “corrección del modelo económico”.

Posterior a las elecciones parlamentarias de 1997, la baja relativa electoral que tuvo la Concertación dio debate para quienes, dentro de la coalición, se definían como autoflagelantes, críticos al sistema económico implementado, a la política de los consensos y acuerdos y a la lentitud en los avances democráticos que demandaba Chile y autocomplacientes, que llamaban a profundizar el modelo, en base a los resultados económicos del país, a la disminución de la pobreza y a la situación de mejor bienestar de la población. Superada dicha dicotomía, hoy nos vemos enfrentados a los “díscolos”: parlamentarios más críticos e independientes, gustosos de las cámaras de TV, que adecúan sus posiciones a los temas particulares de discusión (entre los cuales encontramos a Marco Enríquez, René Alinco, Sergio Aguiló y los “colorines”)

¿Qué puede hacer el sistema político cuando la población premia electoralmente a quienes se manejan de mejor forma con las cámaras que a realizar su trabajo legislativo? Los ejemplos de José Antonio Viera Gallo, Andrés Zaldívar o Edgardo Riveros, excelentes parlamentarios que fueron derrotados en la definición interna o popular por quienes tienen este estilo de hacer política, nos muestran la indefinición e incoherencia entre los deseos de la población y sus decisiones electorales.

Los momentos de mayor éxito de la coalición se dieron cuando, en el disenso y el desacuerdo, se entendía el sentido de lealtad con el gobierno y su plan de trabajo, especialmente en los proyectos emblemáticos. Sin caer en la “relación de buzón” con el Ejecutivo, pero si, entendiendo su responsabilidad, más aún cuando fueron electos como candidatos de la Concertación.

Un sistema político poco profesional y transparente: La gestión política, cuando no está separada de la gestión administrativa y organizacional, muestra resultados claramente negativos. Los partidos políticos en Chile, han vivido endémicamente dicho problema; las directivas de dichas organizaciones deben, además de hacer acción política, dedicarse a labores administrativas en este tipo de organizaciones. Por otra parte, la ciudadanía concibe a los partidos políticos como organizaciones cada vez más herméticas, cerradas y copulares, donde el trabajo social, la adecuada información, la transparencia de sus funcionamientos, la participación, y la renovación de cuadros no se incentiva ni manifiesta. Si la coalición no tiene la capacidad, en su accionar, de modificar esto, llevará a que el actual escenario de nuestro sistema político se mantenga, e incluso se siga deteriorando.

Ausencia de renovación de cuadros en los partidos políticos: La Concertación como tal, no ha incentivado el surgimiento de nuevos cuadros dirigenciales. Michelle Bachelet no pudo cumplir con su mensaje presidencial al momento de que “nadie se iba a repetir el plato” y los cargos de mayor envergadura lo siguen desempeñando los personajes históricos de la coalición. Por otra parte, no ha habido una política sistemática de los partidos por lograr la renovación de sus militancias ni menos la capacitación que necesitan estos, para desempeñar cargos de responsabilidad. Muchas veces, los problemas de destitución de cargos , se deben a que quienes ocupan estos cargos, no tienen los instrumentos necesarios de conocimiento para poder administrar dichas responsabilidades.

Profesionalización del accionar político: El Estado debe asumir el costo de la acción política de todos los partidos políticos, en función a su representatividad y votación. Cuando se dan casos de corrupción, en parte se puede entender por el financiamiento de las labores políticas y proselitistas de quienes no reciben salario al no tener un cargo en la administración pública, pero si en las organizaciones partidarias. La situación actual es un círculo vicioso que nadie, hasta el momento, ha tenido la capacidad de enfrentarlo.

Intolerancia a la corrupción: La Concertación ha perdido, en palabras de Jorge Navarrete, su autoridad moral frente a la derecha por los millonarios casos de corrupción en los cuales se han visto involucrados personeros de los partidos políticos de gobierno. La ética en el accionar público, la coherencia y consistencia entre quienes dicen representar los valores del humanismo cristiano y laico, la democracia y la voz de la gente, es un mandato que frente a este tipo de situaciones los partidos deben actuar con el máximo de rigor.

Ausencia de los partidos en las poblaciones, juntas de vecinos, organizaciones sociales, universidades, sindicatos y frente de pobladores: los partidos políticos no han tenido la capacidad de retomar la activa participación que en la oposición a la dictadura, desarrollaron en las organizaciones intermedias de nuestra sociedad. El desarrollo integral de la acción política y la coherencia de su mensaje a nivel global se construye en las unidades básicas de organización. La Concertación ha olvidado esto, y por lo mismo, la UDI, con su esmerado trabajo en el mundo popular, ha aumentado su apoyo y le ha permitido reinventarse y convertirse, en términos parlamentarios, en el partido más votado de Chile. El trabajo de partido, en el reclutamiento de nuevos actores y capacitación se alimenta con la capacidad de poder participar en dichas instancias.

La inserción política en dichas organizaciones no es per se. La gente premia el compromiso, el trabajo y la honestidad de quienes ocupan espacios en el ámbito público, más allá del partido al cual representen. Algunos actores de la política chilena así no han entendido.

Gobernar Chile al largo plazo: las constantes justas electorales a las que se enfrenta la Concertación hacen olvidar, muchas veces, las formas con las cuales se gobierna y se ganan las elecciones. La aún insuficiente normativa relacionada con el financiamiento de las campañas políticas, se suma a que quien tiene el poder político del Estado ocupa su estructura para movilizar a miles de funcionarios públicos para actividad de proselitismo. La Venezuela de hoy, es clara respuesta a ello. La legitimidad de los resultados pasa por entender los roles que tiene el gobierno, los partidos de coalición y la oposición, en una relación mancomunada de derechos, como también de responsabilidades. La legitimidad es un activo intangible para cualquier sistema democrático.

Legitimidad de la representatividad de las distintas visiones en nuestra sociedad: no a la estabilidad por decreto: El sistema electoral binominal, ocupado en las elecciones parlamentarias, violenta la conciencia de cualquier demócrata. Que una coalición represente el 66% y tenga la misma representación que otra de 34% es una situación que no es digna para una de las democracias más antiguas del mundo. Por otra parte, excluir a grupos minoritarios que tienen una votación nacional considerable deslegitima al sistema político, al excluir visiones que aportan a la discusión y el debate. La Concertación debe entender que la estabilidad política tienen como deber asegurarla los políticos, no se asegura por decreto. Es parte de la madurez que ya espera la política en nuestro país. Por ello, la construcción de mayores alianzas electorales que permitan modificar las relaciones de poder actual permitirá lograr avances que en la actualidad es imposible no obtenerlos sin negociar con la derecha.

Una Concertación amplia, coherente, diversa y progresista: La coalición de gobierno fue creada con el símbolo de un arco iris, en la cual se reflejaban diversos colores y tendencias. De los 17 partidos y movimientos que fundaron la Concertación, hoy sólo la conforman 4. Es necesario por ende, abrirla a más movimientos sociales y partidos políticos. Avanzar también en alianzas instrumentales electorales con movimientos políticos que permitan romper las relaciones de poder que son ficticias a la voluntad soberana de la gente manifestada en el voto.

Por otra parte, conformar una cultura de concertación. La Concertación no puede ser coherente si en sus unidades organizaciones básicas no existe la cultura de coalición, que permita confluir a las distintas visiones que existen en la coalición. La creencia en el proyecto de Concertación se fundamenta en una relación micro que construye la macro.

Políticas públicas para la gente: Errores como el Transantiago no pueden jamás repetirse. Cuando se desarrollan e implementan políticas públicas que no están pensadas en la gente y son ideadas desde un punto de vista seudo tecnócrata que ni en los resultados cumple con sus objetivos mínimos, es olvidar el sentido de la acción política dedicada al servicio público.

Por último, los cambios no vienen por las modificaciones de forma, cuando hablamos de “modelo económico o político”, o hablamos de su rectificación, corrección, profundización y cambios. El bienestar logrado por la Concertación en términos materiales, y las nuevas tendencias que cada día el mundo enfrenta han derivado en cambios que han incidido en la cultura de nuestro país, en una nueva cultura. Como se plantea en la dialéctica marxista, hablamos de las supraestructuras. Y para lograr los cambios necesarios, es necesario apuntar a la cultura, en la confluencia basada que ha dado el humanismo cristiano y laico en conjunto en 2010 por 20 años y asumida por sus actores. Sólo de esa forma, podremos prolongar el sentido de ser de la Concertación, más allá de un resultado electoral coyuntural.


Conclusión

La Concertación es la alianza política y electoral más exitosa en la historia de Chile. Ideada en los años 80, llevará al año 2010 veinte años gobernando Chile.

Sus resultados son inobjetables. El país ha logrado desarrollarse, duplicar su ingreso per. cápita, disminuir sus índices de pobreza y lograr que el país se haya modernizado, abierto al mundo y democratizado. Sin embargo, los años en el poder llevan a un natural desgaste, que, acompañado por situaciones indeseables, como la corrupción, el caudillismo, la indisciplina y los proyectos individualistas por sobre los del colectivo, han deterioridado la confiabilidad y la capacidad que tiene la coalición de darle gobernabilidad al país.

El análisis histórico de creación de la coalición, y la realidad de ser gobierno, nos han demostrado que la unión de la Concertación y el avance de esta no ha sido fácil. La Concertación actualmente, y el sistema político chileno en general, vive una crisis de confiabilidad por parte de la ciudadanía, que a la luz de las realidades de países vecinos, puede dar paso a experiencias populistas cuando los partidos políticos no tengan la capacidad de responder a las necesidades de la ciudadanía.

La Concertación tiene innumerables desafíos. La capacidad de crear una cultura concertacionista es fundamental para poder lograr trascender a esta coalición. Una cultura que retome los objetivos que, con mística e ideales, pudieron recuperar la democracia, después de “la noche triste” que duró 17 años en nuestro país. Esta es la cultura que a nivel micro se necesita para poder avanzar en lo macro.

La renovación de cuadros, la coherencia en el decir y el actuar, la economía y la política al servicio de la gente y no de la tecnocracia, una coalición cada vez más abierta, convocante y diversa, pensar Chile del largo plazo, la ética en la acción política, la profesionalización de la actividad política, el diseño de políticas públicas pensando en la gente y la participación activa en los grupos intermedios son lineamientos objetivos de acción para lograr estos resultados.

El objetivo principal que tiene la Concertación es apuntar a la cultura del país, que está por sobre las discusiones de forma respecto a que modelo económico o político implementar en el país. El ser humano y su vida en comunidad debe estar siempre en el centro de toda la acción pública.

Para finalizar, me permito una analogía clave en el futuro de la Concertación, al largo plazo. La Teoría de Necesidades de Maslow nos dice que el hombre y las organizaciones se dominan a través de 5 tipos de necesidades, las cuales van desde las que asegurar el bienestar fisiológico y seguridad, para avanzar a las que se asocian a la relación con la sociedad, estima y autorrealización. Para la Concertación, y para Chile, los avances para ser un país desarrollado aún son grandes metas. Las desigualdades se mantienen y la crítica al sistema político y económico son ruidos constantes que se generan en la ciudadanía. Por ende, las necesidades más básicas falta por cumplirlas, asumiendo un escenario más crítico en términos de fondo entre estas dos almas humanistas que construyeron la Concertación, y que entrarán en conflicto cuando los temas de cómo se estructura la sociedad, y asociado a los temas valóricos, como el matrimonio homosexual, la adopción de niños por este tipo de parejas, la eutanasia o el aborto sean los temas de la agenda, más que los que se asocian a las desigualdades materiales aún existentes en nuestro país.

Los jóvenes concertacionistas creemos en el futuro de la coalición. La construcción de relaciones entre los actores de esta que vayan más allá del ámbito político serán la forma de darle más contenido a dicha relación, y que permitirán trascender esta cultura concertacionista, que Chile agradeció en su momento histórico, y que hoy debe reinventarse para poder seguir siendo alternativa para nuestro país y su gente. De todos nosotros depende volver a lo que realmente nos unió.

[1] Mariana Aylwin, et. al. Chile en el siglo XX, Santiago de Chile. p.241.
[2] Ídem. p.242.
[3] http://www.elecciones.gov.cl/SitioHistorico/index1989_pres.htm
[4] El año 2004, se incorpora en el análisis la Elección de Concejales, por el nuevo sistema de elección separada de estos con la de los alcaldes.
[5] Las Elecciones Presidenciales de 1999 y 2005 reflejan los resultados de 2º Vuelta Electoral
[6] En las parlamentarias de 1989, el PS estaba fraccionado en distintas tendencias y no se inscribió como tal en la plantilla de candidatos de la Concertación.
[7] No incluye votos de independientes en cupo Concertación
[8] En las Municipales de 1992 y Parlamentarias de 1993, el Partido Radical Social Demócrata enfrentó como Partido Radical y Partido Social Demócrata las elecciones, por separado. En el análisis se suman sus votaciones

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